@ Ivette Durán Calderón*
Amar a un país, cuna de tu
nacimiento o amoroso abrigo del foráneo, es de bien nacido. Cuidar el nombre de
tu suelo patrio es un deber, pero mucho más lo es mantener en alto su bandera.
Amar a un país no es
solamente amar su suelo, su gente, su comida, sus costumbres, su idiosincrasia
y sus tradiciones, sino aprender a convivir con ellas.
México de manera especial, como
país latinoamericano y geográficamente ubicado en América del Norte, absorbe
día a día la interculturalidad por ser país receptor de inmigrantes y
exportador de emigrantes.
Mexicanos y mexicanas luchan
por sus intereses, lidian con los avatares políticos, sopesan la inconformidad
de las masas, toleran inconformes la corrupción, luchan contra la violencia, sufren impotentes el flagelo del narcotráfico y se solidarizan
ante cualquier desastre de la naturaleza. A ellos se suman los miles de habitantes
extranjeros residentes o turistas de paso que llegaron y decidieron quedarse.
Es decir, en México, nada hay que sea
distinto a cualquier otro país del mundo en mayor o menor medida.
En México la lengua oficial
es el español, pero su español tiene la peculiaridad de contar con
modismos expresivos tan marcados que
indudablemente hablan un español mexicanizado, no solamente por la entonación o
acento, sino por las palabras, expresiones y jerga popular , sin ella es casi
imposible tanto hablar como entender lo que se habla.
“¡Mande!”, para pedir la
repetición de una pregunta, o para responder a un llamado; “¿A poco?” para
expresar sorpresa de manera interrogativa (frase sinónima de ¿es verdad lo que
dices?); “¡Aguas!” equivale a
advertencia de peligro o toma de previsiones;
“¡Abusado(a)!” para pedir que
tomen recaudos y evitar ser sorprendidos. En fin, la lista es larga.
El lenguaje gestual es muy
importante pues la vulgarmente famosa “peineta” (exhibir el dedo medio) o la
igualmente vulgar “corte de manga” (doblar el brazo y a la altura interna del
codo colocar la mano opuesta) en México, se reemplaza con la “garra” (mostrar
la mano con los dedos doblados exhibiendo las uñas) señal de protesta,
rebeldía, insulto, negativa; y de esos hay varios ejemplos.
Caminar por cualquier Estado
mexicano y disfrutar de su variada gastronomía es ritual diario. La cocina tradicional
mexicana es un modelo cultural completo que comprende actividades agrarias,
prácticas rituales, conocimientos prácticos antiguos, técnicas culinarias y
costumbres y modos de comportamiento comunitarios ancestrales. La declaración
que se hizo a la comida mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad por parte de la UNICEF, está plenamente justificada, a ello hacen
honor los tradicionales “tacos”, “quesadillas”, “sopes”, “gorditas”, “pastes”,
“chilaquiles”, “mole”, “tamales”, “atole”, “tinga”, “pozole” y un interminable
etcétera, al cual añado el tequila, pulque y otras bebidas espirituosas sin olvidar su "aguas" de guayaba, jamaica, tamarindo y demás exquisiteces.
El mariachi, música de
cuerdas, canto y trompeta, es sólo una parte del magnífico folklore mexicano,
México es más que mariachis, México es la cuna de artistas, actores y actrices
de renombre internacional, cantantes, poetas y escritores que brillaron y
triunfan allende fronteras.
México como cualquier otro
país cuenta con gente buena y de la otra, la mayoría es gente bondadosa, noble,
afectiva y hospitalaria. México muestra las maravillas históricas de su rica
cultura frente a la modernidad y desarrollo permanente.
Por todo eso, y aunque me
quedé corta, yo amo a México.
*ivette Durán Calderón es escritora e investigadora contemporánea.