sábado, 10 de septiembre de 2016

Investigadores literarios, temibles epistemofílicos @ Ivette Durán Calderón



@Ivette Durán Calderón

“Un gran amor brota de un gran conocimiento del objeto amado, y si conoces poco a este, poco o aun nada podrás amarlo.”  (Recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci)

El epitesmofílico es un ser verdaderamente útil a efectos de descubrir datos, historias o acontecimientos ocultos dentro de los propios libros, documentos, escritos, etc.
Ese incontrolable deseo de saber, muchas veces excede los límites razonables  que debe existir dentro de una investigación. El investigador  cual  obstinado detective, actúa motivado por desentrañar y desenmarañar todas las aristas posibles que considera involucradas,  sin tomar muchas veces conciencia plena de que excede los límites del caso de turno  pero, al mismo tiempo, hace posible encontrar la solución.
Se presentan casos en que los datos y la información preliminar pueden ser  inconsistentes en la pesquisa; lo cual no es un óbice para dejar de lado la avidez por encontrar el escrito perdido. Es posible asimismo,  que la habilidad y la sagacidad del investigador sean limitadas e incluso modestas, y hasta pueden carecer de precisión en cuanto a tiempo y espacio respecto a los textos buscados, al punto de que cualquier imprevisto altere la secuencia ideal de los relatos de solución garantizada; más no por ello abandona su cometido.




El epistemofílico, al igual que un investigador de cualquier disciplina, posee más un afán de conocimiento para sí mismo, que el deseo de hacer una labor filantrópica, sin descartar el beneplácito que le produce saber que su trabajo es feneficioso para la sociedad.  Cito el caso de Emilio Renzi (Ricardo Emilio Piglia Renzi, escritor y crítico literario argentino), porque considero que su trabajo puede estar impulsado  por la ambición de concretar el rescate de textos inéditos de su coterráneo Arlt (Roberto Emilio Godofredo Arlt, novelista, periodista e inventor);  aunque en el fondo existan razones personales por las que al difundir su trabajo, Renzi nunca expresa abiertamente que se trata de un cuento de Andréyev (Leonid Nikoláievich Andréyev, escritor y dramaturgo ruso), y si acaso deja una pista, publica su trabajo sugiriendo que es de Arlt, y que el lo encontró.
Se puede colegir fácilmente que como todo detective ficcional, el investigador literario se rige por el idílico placer del adquirir y acumular conocimientos para sí mismo.
Esta voluntad investigativa, le permite disfrutar de las diferentes etapas de aprendizaje y destreza del saber. Este precepto sugiere epistemo o conocimiento, y filia amor.
El epistemofílico  se enfrenta a conquistar  sus propios lauros a través de su intelecto, es la única forma que tiene de entender la realidad propendiendo a que esa intelectualidad sea en lo posible científica.  Un notorio rasgo particular son las capacidades de concentración, atención y disposición de memoria, excepcionales  al común.
Este breve análisis no quedaría completo si no se cita al contrario de su condición, es decir al epistemofóbico, que es el sujeto que rechaza tenazmente el conocimiento; su pensamiento es intuitivo  y no considera necesario emplear un análisis o un razonamiento anterior. Generalmente presenta problemas de aprendizaje, atención y retención en sus estudios, poniendo mucha resistencia al aprender.
Los epistemointeligentes, sin llegar  a ser necesariamente epistemofílicos, se caracterizan porque  desde pequeños destacan por ser independientes de sus padres; resolver situaciones por sí mismos; cuestionar las cosas que dicen sus padres y no acatar órdenes si no están de acuerdo o no las comprenden; tienen agudeza visual; carácter seguro y fuerte; su resiliencia  es tal, que les permite adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o tensión como problemas familiares, relaciones personales, casos de salud, situaciones estresantes del trabajo o financieras. Salen airosos  ante la adversidad.
El epistemointeligente se convierte en epistemofílico cuando tiene una “obsesión” positiva,  y pasa mucha horas al día encerrado en su habitación entre libros y cuadernos, hay casos en que no quiere perder el tiempo ni siquiera para comer y se alimenta mientras trabaja.


Este ejemplar obsesivo intelectual, manifiesta mucha seguridad ante el infortunio, y procura enfrentar con inteligencia sus éxitos y fracasos. Se lo distingue fácilmente ya que denota madures desde niño, gusta de identificarse con intelectuales famosos, sufre de cierto retraimiento al perfil del común, por ejemplo: al baile, hacer cosas triviales, hacer nuevas amistades, etc. Pero cuando hay que resolver algo, toma la iniciativa recurriendo a su ingenio y creatividad espontáneos, cualquier cosa la adapta para crear otra.
Por lo afirmado en líneas precedentes, no se lo debe catalogar como aburrido, le atrae la música clásica, jazz, tango, blues, indie, soul y swing. Desde pequeño es precoz con su manera de ser, siempre viviendo un paso más adelante que los demás, no porque sea el más inteligente, pero sí el más curioso.




El epistemofílico por su pulsión al saber, ha sido estudiado por Freud, Kein y Boin, con respuestas  muy acertadas: Freud relaciona el deseo de conocimiento con la exaltación de la pulsión sexual, la cual surge  paralela a la curiosidad infantil en la etapa del Edipo; Klein, en cambio, sugiere que surge con el deseo de conocer el cuerpo de la madre, lo relaciona con el sadismo y con las tendencias reparatorias como consecuencia del sentimiento de culpa; finalmente  Bion, lo asocia con el encuentro bebé-madre y el subsecuente conflicto entre amor, odio y conocimiento. 
@Kary Kamalich