miércoles, 13 de noviembre de 2013

Humboldt y Simón Bolívar – Nace la idea de libertad para el Sur. @Ivette Durán Calderón




@ Ivette Durán Calderón

Se rumoreaba que el inquieto explorador y naturista alemán había muerto en América, por ello el retorno de Alexander Humboldt sorprendió a Europa, su pasión por la botánica, la geología y la mineralogía lo animaron a pedir permiso para embarcarse rumbo a las colonias españolas de América del Sur y Centroamérica, su prolongada ausencia había generado hablillas de las más inverosímiles como las de París, en las que decían que había muerto a manos de unos aborígenes, o las de Hamburgo que aseguraban su muerte a causa de la fiebre amarilla.
Al desembarcar en Francia, Humboldt pudo darse cuenta que en los cinco años de su alejamiento hubieron grandes cambios, tantos, que la república que él dejó estaba convertida en un poderoso imperio a la cabeza de Napoleón Bonaparte, quien había convertido a París en el centro científico del mundo por su gran afición al desarrollo de las ciencias. Decidió entonces asentar su residencia en París para dedicarse a la recopilación, ordenación y publicación del material recogido en su expedición, contenido todo él en treinta volúmenes que llevan por título Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.
Pese a lo modesto de su hogar, no tardó en convertirse en el centro de reuniones de los hombres de ciencia, artistas, estadistas y lo más selecto de la sociedad parisina.
Fueron esas circunstancias las que reunieron al entonces futuro libertador de naciones, el venezolano Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte-Andrade y Blanco, de veintidós abriles, con el alemán Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander Freiherr von Humboldt quien contaba entonces con treinta y seis años de edad, quien además de erudición, sabiduría y entusiasmo contagiantes al hablar sobre el clima, la flora y la fauna de los lugares visitados, podía determinar longitudes y latitudes, medidas del campo magnético terrestre, como esmerarse en explicar las estadísticas de las condiciones sociales y económicas que se daban en las colonias de España.
Bolívar lo escuchaba embelesado y sorprendido de enterarse de los sentimientos y aspiraciones que se manifestaban en los pueblos sudamericanos, despertaban su interés tanto la realidad de los Valles de Aragua, como Nueva Granada, Venezuela, Quito, Perú y esas extensas llanuras del sur; fueron veladas tan amenas como extensas, Humboldt con su vasta cultura enciclopédica, pergreñaba su gran obra abarcando campos tan dispares como los de las ciencias naturales, la geografía, la geología y la física. Le complacía repetir la traducción española de su nombre: Federico Guillermo Enrique Alejandro de Humboldt. Ambos bromeaban acerca de lo difícil que era para sus interlocutores memorizar sus extensos nombres y apellidos, aunque cada uno se presentaba a sí mismo como Simón Bolívar y Alexander Humboldt, respectivamente. No sabían en ese entonce que ambos iban a disfrutar de las mieles del amor con una misma damisela, a quien recordarìan como la “Güera” Rodríguez, una hermosa mujer mexicana que habría enseñado el arte del amor a Simón Bolívar cuando apenas era ambos mozuelos, y mostrado detalladamente la geografía de su cuerpo al viajero y científico alemán. Quien visite Guanajuato, podrá escuchar tal historia.
Una tarde, convencido de que ya había escuchado lo suficiente y de coincidir con el sentir de su amigo, Bolívar exclamó eufórico: “Radiante destino en verdad, el del Nuevo Mundo, si sus pueblos se vieran libres de ese yugo, y ¡qué empresa más sublime!” recibiendo la inmediata respuesta de  Humboldt:  –“Yo creo que su país está ya maduro, sin embargo no veo al hombre que pueda realizarla”. Esas palabras laceraron el sentir del joven americano, sintió un estremecimiento y guardó silencio.
Aquel memorable día, haciéndonos eco del decir de Jules Mancini biógrafo clásico del Libertador, salió Bolívar meditabundo de la habitación de Humboldt, retumbaban en sus oídos aquellos problemas sociales sudamericanos, quedó convencido de que su amigo repudiaba la esclavitud y que combatía toda forma de opresión y discriminación. Un resplandor había iluminado su espíritu. Acababa de ver el objetivo hacia donde dirigir sus energías, vislumbró la obra magna a la que habría de dedicarse. Resolvió no continuar viviendo tan inútilmente y desde ese mismo instante se consagró a la libertad tal como se habría entregado a los goces del placer.  Ese día nació la firme idea de coadyuvar a la liberación de las que son hoy seis naciones: Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
Simón y Alexander, Bolívar y Humboldt fueron amigos entrañables, mantuvieron correspondencia mientras pudieron, pero una misiva fue especialmente importante, la Carta de Jamaica - sellada el 15 de septiembre de 1815- donde se establecen las razones de los españoles americanos para la independencia, el llamado a Europa a apoyar la causa hispanoamericana y las perspectivas futuras de cada república, fueron las bases de lo que hoy conocemos como “El arte de la independencia”. Cada uno por su lado, dispuso de su fortuna personal para financiar sus ideales. Bolívar solía decir de Humboldt: "Descubridor científico del Nuevo Mundo cuyo estudio ha dado a América algo mejor que todos los Conquistadores juntos". En 1827 Humboldt regresó a Berlín, se involucró en la recuperación de la comunidad académica y científica alemana; fue nombrado chambelán del rey y se convirtió en uno de sus principales consejeros. Por su parte Bolívar había ya alcanzado la gloria como Libertador y luchaba por la federación de las naciones libertadas.
Fuentes de consulta:
ÁLVAREZ LÓPEZ, ENRIQUE. 1960. “El viaje a América de Humboldt y Aimé Bonpland y las relaciones científicas de ambos expedicionarios con los naturalistas de su tiempo”. Tomo II
MANCINI, JULES. 1944 “Bolivar et l'émancipation des colonies espagnoles des origines à 1815”
CHARDON E. CARLOS. 1949 “Los naturalistas en la América Latina”. Tomo I