lunes, 16 de enero de 2017

El arte de leer engalana la escritura @ Ivette Durán Calderón




Toda persona a quien le gusta declamar o leer sus textos en estilo grandilocuente ha sido durante siglos el blanco del ridículo general. Tal situación floreció en la antigua Grecia, y aún hoy suelen verse tan deplorables reacciones en eventos públicos, privados, medios de comunicación y redes sociales.

La gente se ríe, se burla y minimiza el arte de la oratoria, específicamente del orador. Es un misterio, sin embargo, que no se ría, que no se burle ni minimice cuando se trata de leer textos, cuando se trata de la palabra escrita. Muchas veces creen que las grandes ideas hay que expresarlas en términos altisonantes, por eso leen en voz baja, porque son ideas ajenas o porque son ideas propias y no se sabe si van a encontrar un buen receptor.

El decir con sencillez cosas importantes en un verdadero arte, arte que ejercen un gran número de personas con sorprendente discernimiento. A ello en parte se debe que la lectura de esos contenidos constituya un deleite. Mas la razón capital, a juicio mío, es que esos escritores cultivan, primariamente, un arte superior: el arte de leer.

El leer es la plena dimensión del vocablo, exige hoy como ayer una suma de conocimientos muy en exceso de los que se requería tiempo atrás, una apreciación más perspicaz del momento dramático en la escena universal. El lograr situarse a la altura de todos esos requisitos constituye, por sí mismo, una fuente de deleite y de íntima satisfacción personal.

Y ése es otro de los motivos por el que la lectura de un buen texto resulte tan agradable, amena e incluso reconfortante.
Medios de comunicación y redes sociales nos muestran los complejísimos problemas de nuestra época, pero también nos informan de las grandes oportunidades de superación, de los espléndidos descubrimientos e innovaciones y del progreso de nuestra inteligencia, todo lo cual contribuye a que la vida sea más rica y feraz en los tiempos que corren.
Estos a veces expertos o a veces improvisados escritores desenmarañan enredos, allanan complicaciones y además añaden luz, sobre todo la que viene de las claridades de la esperanza, el valor, y la fe en la esencial humanidad de la estirpe humana.


Leer es un don que pocos poseen, don compartido en letras propias que también serán leídas si están bien escritas. Los escritores de la época actual han encontrado diversas formas y variados medios de expresión, muchos de ellos se convierten en autores, autores de verdad, autores que dejan de ser escritores, dejan de soñar con obtener “likes” y seguidores, ya no despiertan curiosos de saber cuántas veces los leyeron y cuántas compartieron sus textos. Esos antiguos escritores convertidos hoy en autores, recorrieron largos y a veces tediosos caminos de lectura, con el objetivo de emular lo bueno y evitar la repetición de errores.

Resulta fundamental saber leer correctamente, sin dramatizar, sin gesticulaciones exageradas, sin impostaciones innecesarias y pronunciación adecuada, puesto que la lectura debe concentrar la atención para ser entendida. Si el lector no entiende lo que lee, difícilmente sus receptores entenderán lo que escuchan. Es entonces cuando la lectura engalana la escritura.
®Ivette Durán Calderón