Toda persona a quien le gusta
declamar o leer sus textos en estilo grandilocuente ha sido durante siglos el
blanco del ridículo general. Tal situación floreció en la antigua Grecia, y aún
hoy suelen verse tan deplorables reacciones en eventos públicos, privados,
medios de comunicación y redes sociales.
La gente se ríe, se burla y
minimiza el arte de la oratoria, específicamente del orador. Es un misterio,
sin embargo, que no se ría, que no se burle ni minimice cuando se trata de leer
textos, cuando se trata de la palabra escrita. Muchas veces creen que las
grandes ideas hay que expresarlas en términos altisonantes, por eso leen en voz
baja, porque son ideas ajenas o porque son ideas propias y no se sabe si van a
encontrar un buen receptor.
El decir con sencillez cosas
importantes en un verdadero arte, arte que ejercen un gran número de personas con
sorprendente discernimiento. A ello en parte se debe que la lectura de esos
contenidos constituya un deleite. Mas la razón capital, a juicio mío, es que
esos escritores cultivan, primariamente, un arte superior: el arte de leer.
El leer es la plena dimensión del
vocablo, exige hoy como ayer una suma de conocimientos muy en exceso de los que
se requería tiempo atrás, una apreciación más perspicaz del momento dramático
en la escena universal. El lograr situarse a la altura de todos esos requisitos
constituye, por sí mismo, una fuente de deleite y de íntima satisfacción
personal.
Y ése es otro de los motivos por
el que la lectura de un buen texto resulte tan agradable, amena e incluso
reconfortante.
Medios de comunicación y redes
sociales nos muestran los complejísimos problemas de nuestra época, pero
también nos informan de las grandes oportunidades de superación, de los
espléndidos descubrimientos e innovaciones y del progreso de nuestra
inteligencia, todo lo cual contribuye a que la vida sea más rica y feraz en los
tiempos que corren.
Estos a veces expertos o a veces
improvisados escritores desenmarañan enredos, allanan complicaciones y además
añaden luz, sobre todo la que viene de las claridades de la esperanza, el
valor, y la fe en la esencial humanidad de la estirpe humana.
Leer es un don que pocos poseen,
don compartido en letras propias que también serán leídas si están bien
escritas. Los escritores de la época actual han encontrado diversas formas y
variados medios de expresión, muchos de ellos se convierten en autores, autores
de verdad, autores que dejan de ser escritores, dejan de soñar con obtener “likes”
y seguidores, ya no despiertan curiosos de saber cuántas veces los leyeron y
cuántas compartieron sus textos. Esos antiguos escritores convertidos hoy en
autores, recorrieron largos y a veces tediosos caminos de lectura, con el
objetivo de emular lo bueno y evitar la repetición de errores.
Resulta fundamental saber leer correctamente, sin dramatizar, sin gesticulaciones exageradas, sin impostaciones innecesarias y pronunciación adecuada, puesto que la lectura debe concentrar la atención para ser entendida. Si el lector no entiende lo que lee, difícilmente sus receptores entenderán lo que escuchan. Es entonces cuando la lectura engalana la escritura.
®Ivette Durán Calderón
Resulta fundamental saber leer correctamente, sin dramatizar, sin gesticulaciones exageradas, sin impostaciones innecesarias y pronunciación adecuada, puesto que la lectura debe concentrar la atención para ser entendida. Si el lector no entiende lo que lee, difícilmente sus receptores entenderán lo que escuchan. Es entonces cuando la lectura engalana la escritura.
®Ivette Durán Calderón